" LULI, LOS 20 SEGUNDOS QUE TE PUEDEN CAMBIAR LA VIDA"

Luli es una niña aplicada y obediente. Así le enseñaron que una niña buena, tiene que ser. 

Los adultos que la rodean (sus padres, sus maestros) insisten en dejar en claro esto, como una verdad intocable.

Le piden a Luli que se comporte muy bien, y …¡es lógico! todos queremos eso de los niños, pero hay explicaciones que valen más que el oro, que habría que detenerse y darle a Luli. Nos llevaría unos 20 segundos, y muchas cosas cambiarían para bien.

La madre de Luli, que se llama Mirta, espera a la salida de la escuela,¡ ya han pasado 6 o 7 minutos del horario de la salida! 

Mirta, ha dejado el automóvil en doble fila. En los asientos hay unas bolsas del supermercado . Ella pone las balizas y baja como un rayo para retirar a su nena.

Luli le avisa a su maestra que se olvidó a su oso en el aula:

-Luli no importa! El oso lo llevas mañana, tu mami necesita que vayas ya, ¡Ves lo apurada que está! ¡Mira! ¡Vino con auto a buscarte!

-Pero yo…quiero mi osito. El no puede dormir solo, el me va a extrañar mucho….(con algunas lágrimas que asoman)

-Luli, anda con tu mama , no importa el oso ahora, se buena y no llores. Haceme caso y hace lo que te digo. Tu mama se va a enojar con vos y conmigo si la haces esperar…..no causes problemas, vamos Luli, vos sos una nena buena. Las niñas buenas hacen lo que se les dice. ¿No es así?

Mirta, toma a Luli de la mano , casi arrastrándola, pensando en todo lo que le dirán desde los autos por atascar el tránsito, y le da un beso en la cabeza , sin mirar la cara de malestar de su hija.

¡No quiero! ¡¡¡¿Porque me pones si no quiero?!!!!

No seas caprichosa y maleducada. No vas a tomar la merienda con galletitas de chocolate, si no haces caso. ¡Que chica tan testaruda! ¿Cuándo vas a aprender que no tengo porque tener tanta paciencia?

 ¡Con los problemas que yo tengo! Y vos... pidiéndome explicaciones por el cinturón…

Una nena buena hace caso y se calla la boca. ¡Bien calladita! 

Ahora te quedas sin galletitas de chocolate.

 Leche vas a tomar, pero para que aprendas, ¡hoy no hay galletitas!

¡No vas a tener lo bueno de hoy!

¡Vas a aprender a no cuestionar y hacer berrinches ni por el oso ni por nada! ¡¡¡Mocosita!!!

(Luli llora)

Esa tarde, Luli aprendió que las niñas buenas no cuestionan, hacen caso y no piden explicaciones. 

Y que pedirlas puede hacer que otros se enojen mucho.

El tiempo pasará y vendrán muchas experiencias en las que ella, como tiene bien aprendida la lección, no cuestionará cuando una amiga la amenace con dejarla sin su cariño porque Luli pretenda no acceder a ir a lugar inapropiado, ella irá adonde su amiga quiera que la acompañe, con tal de que no se enoje; un novio o marido o un jefe o jefa, le hará bajar la cabeza , y le impartirá órdenes, que Luli no cuestionará.

Jamás será capaz de detectar el maltrato, o la manipulación y hará cosas que nunca hubiera querido hacer. Cosas que ella no elige, pero hace, porque obedece y calla.

Porque así hacen las “niñas buenas”. 

Ella llorará y no distinguirá lo que le está pasando, porque Luli tiene arraigada la fuerte creencia de que ser buena, es callar y obedecer.

También es, no pedir que te digan “por que hay que ponerse el cinturón”; es hacer las cosas sin cuestionarlas, es no decir NO, pues podrías quedarte sin lo “bueno”, como las galletitas, o se enojarán mucho con alguien.

Y no sabrá que esa creencia lejana, que se transformó en una columna de su construcción como” persona buena” en su infancia, (¡sin esos 20 segundos que nadie se tomó para escuchar las emociones de una niña!), la llevaran a obedecer, siempre a los demás, a responder sin condiciones y sin pedir explicaciones, para que nadie se enoje con ella y hasta la dejen sola.

Aquella tarde a la salida de la escuela, tarde sin galletitas en la merienda, Luli aprendió a olvidar, no solamente a su oso sino a dejar atrás sus ganas de proteger y protegerse, de escucharse, de descubrir lo grandes que son sus alas, aprendió a olvidarse de ella misma, para tomar malas decisiones una tras otra, perdiendo de vista, muy a lo lejos… su dignidad.

Esos 20 segundos que valen oro, y que nadie tuvo para ella, ese tiempo que es para Luli y para cualquier otra niña o niño que necesita ser escuchado.

Necesitan que les expliquemos que son las reglas, de que se tratan, para que puedan comprender el sistema, para que nos entreguen su confianza, tan valiosa, la que tanto les pedimos cuando son más grandes.

Y necesitan que volvamos a buscar el oso, aunque lleguemos tarde a otros lugares, porque hacerlo, es decirles que su amor es valioso, que su cariño puede mucho más que proteger a un peluche. 

No lleguemos tarde con el respeto a su necesidad de amar y ser amados.

Escuchar más allá de los berrinches, hará de los chicos mejores adultos, enteros, con emociones sanas y mucho amor a sí mismos y a quienes los acompañen en sus vidas.

Sabrán elegir bien, sabrán tomar decisiones responsables y buenas para sus vidas. 

Sabrán decir NO y correrse de lo que los daña.

Sabrán decir SI al respeto a si mismos y a los demás.

Sabrán pedirnos ayuda y también darla.

Pero para eso, no deben estar heridos, y menos que menos por nosotros, sus padres y sus maestros.

No rompamos sus corazones.

Escuchemos y expliquemos

(Para pensar juntos y aprender)

          ESTRELLA MIZRAHI

“HOLA, RECIBIMOS UNA NOTA Y ESTAMOS CITADOS PARA HOY. 

SOMOS LOS PADRES DE….”

A menudo las escuelas citan a los padres. No precisamente para felicitarlos por el buen comportamiento o el rendimiento intelectual de los hijos. ¿Cómo es ir a esa reunión incómoda? ¿Cómo entender lo que pasa con nuestro/a hijo/a? ¿Tiene solo que ver con el/ella lo que está pasando o hay algo más?Hay aspectos a tener en cuenta antes de sacar conclusiones sobre quienes son nuestros hijos y que les pasa en la escuela.

Al que nunca le pasó…que levante la mano.

Todos en alguna ocasión hemos sido citados por los directores o docentes de la escuela de alguno de nuestros peques, en la que quieren dar a conocer que el niño/a, está dejando su halo personal y comienza a escribirse la leyenda de “el indomable”, o “el que no alcanza el nivel básico”. En síntesis, el niño/a con dificultades, sea de conducta o atención, o considerado con una inteligencia muy básica y “necesitado” de asistencia extra, es el que no encaja, no llega al nivel, o no acata las reglas. El mensaje, en estas reuniones, suele ser, que sin dudas el problema es el niño/a. Y la escuela, junto con el personal docente y el gabinete, está haciendo todo lo posible, cosa que tal vez sea verdad. Pero eso no significa que no haya más nada que hacer , y sin embargo el “problema” continúa (cosa que empeora la mirada hacia nuestro peque).

Esta situación dispara en los padres un tsunami de emociones. Por empezar la angustia y el miedo a no tener un hijo que pueda desempeñarse en el futuro en dirección a la prosperidad. También surge la culpa, por no haber manejado la situación “a tiempo” (como si todo estuviera perdido); sentirse bajo una lupa, observados y juzgados por tener un hijo/a con dificultades. Ni hablar si en el sistema familiar conviven otros hermanos que se adaptan cómodamente al plan escolar actual y resulta casi inevitable, caer en innecesarias comparaciones, que no aportan nada, todo lo contrario.

Y lo cierto es que los docentes no han sido entrenados ni han recibido recursos para contener, acompañar y asistir a las familias que se enfrentan a esta difícil situación.Sumado a que los gabinetes psicopedagógicos, no suelen ser el lugar en el que se invierte dinero y el bajo sueldo que reciben (docentes y profesionales de la educación) no aporta a que el compromiso del equipo que allí se desempeña, sea óptimo.

El resultado es que esos padres se van de la reunión con muy pocas esperanzas de que su hijo/a progrese, pues se les habla desde un lugar de insensibilidad, de saberlo todo, controlarlo todo, conocerlo todo, y definiendo al niño/a por un boletín o porque no presta atención o porque no se queda quieto/a y no tiene interés en acatar las reglas.

Esos padres se van de esa cita, pensando “mi hijo/a es el gran problema”. Es muy posible que ya no lo miren con los mismos ojos, que ellos mismos comiencen a confiar menos en las capacidades que el o ella poseen, y hasta sientan un poco de enfado.

Puede suceder que uno le adjudique la culpa al otro, y comiencen hasta los conflictos familiares, por no haber hecho esto o aquello, y así va apareciendo una larga lista, que es la consecuencia de una reunión con escasa contemplación a la emocionalidad con la que se transmite una situación escolar de un niño/a, y un informe que, a mi entender es absolutamente cuestionable dado que el sistema educativo no contempla la mayoría de las posibilidades y recursos con las que el individuo se construye. La baja inversión que las escuelas realizan para capacitar a los docentes en percibir el alma pura de un niño/a con sus diversas inteligencias combinadas. El inmenso caudal de percepción que se han descubierto, a medida que las neurociencias avanzan, ausente en el sistema educativo actual, ocasiona que en las aulas se ignoren y no se valoren los talentos, porque no saben distinguirse (y mucho menos estimularse).

Hay un primer paso, que a mi entender, es necesario darpara iniciar un proceso de cambio, y sería declarar dos palabras muy breves: NO SE. Si pudiéramos agregarlas a las reuniones, sumaría tanto y abriría posibilidades a docentes, a padres y a nuestros amados niños.

Pero hay una base de la que tenemos que partir y si no lo hacemos, sería mejor que aquellos que se dedican a educar, busquen otra profesión y den lugar a quienes crean en esto:

No hay niños o niñas más o menos inteligentes.Hashem a todos nos regaló muchísima inteligencia, pero la combinación de inteligencia es diferente para cada ser.

Tendremos que aprender a interpretar esa combinación en los niños.

Basta de esos postulados que no se sostienen en el tiempo, pues a medida que transitamos la vida, vamos recopilando historias de triunfadores/as que jamás se sacaron buenas calificaciones, pero supieron llevar adelante grandes proyectos, empresas, familias, vocaciones y sus padres eran citados para conversar sobre la situación escolar de sus pequeños. Esto demuestra que la inteligencia, los talentos y el desempeño no se miden en un boletín o el interés que mostramos en las aulas tal como están actualmente armadas (BSH que pronto cambien).

Hoy hablamos de inteligencias múltiples; ya no es un “bocho” solo el que tiene 10 en matemáticas, o en lengua. Pero el sistema escolar y las evaluaciones no califican el buen gusto musical, ni la conexión con la naturaleza, ni la emoción que siente un niño al mover su cuerpo.

Tampoco se acompaña la evolución del interés por un tema, sino que se evalúa al individuo mismo, con un número.

¿No tendrá algo que ver la forma en que fue transmitido el tema? ¿Cuál es el número o puntaje que se adjudicaría una escuela en la que sus aprendices muestran poco interés o se resisten a acatar las normas de conducta? Ni se atreverían a autoevaluarse, porque no hay evolución. ¿Solo aprenden los alumnos? ¿Y el sistema.. que hace para aprender a enseñar?

¿Qué sentirían si dicen NO SABEMOS? ¿Cuál sería el lugar que ahí ocuparía la escuela?

Padres y familias siguen sentándose a escuchar que sus hijos se distraen mirando como una gota de lluvia cae por la ventana (y se lo tilda de desconcentrado), mientras los docentes se quejan y mandan notas de citación; o porque lo único que ese peque espera es el momento del recreo, o no puede dejar de mirar cuanto tarda en rodar esa gota que recorre la ventana.

Y aquí quiero poner el foco. SI, en el recreo y en las preguntas que ese niño/a se hace mientras mira la gota.

Ese es el mejor momento porque en lo lúdico y en las preguntas, curiosas y antojadizas, es adonde vibra la llama de la esencia de ese ser. Si los maestros estuvieran entrenados en poder transformar las lecciones de ciencias, de matemáticas, o de lengua en juegos que comprometan el cuerpo, con el ritmo, con movimiento, o rescatando la observación de la gota en la ventana, y el cuestionario que aparece en una mente curiosa, dejaríamos atrás lo estático de la silla de las aulas actuales y tendríamos muchísimos beneficios.

Primero: olvidaríamos el repetido y famoso “quédate quieto/a”. Pedirle eso a un niño/a es como pedirle a un pez que no nade o a un ave que jamás use las alas para volar. Además ¿cómo vamos a conocer en que brilla ese ser si no lo dejamos ser? ¡Si lo tenemos atado a un banco que ya debió haber salido de la vida de los niños/as, hace varias décadas!

Segundo: se despertaría el interés y la curiosidad de los niños/as, encendiéndose la pasión que involucramos en el juego. Y no hay nada que selle más un aprendizaje que la EMOCIÓN. Pués entonces utilicemos la emoción que despierta el juego, que encasillamos en los pocos minutos del recreo, desaprovechando la gigante posibilidad que nos abriría.

Todo esto implica un cambio de paradigma, lo sabemos.Implica un volver a aprender cómo es que aprendemos. Desaprender y descartar este sistema mediocre que ya cumplió su fecha de vencimiento y tomar el desafío de creer que somos aprendices siempre: docentes y niños.

Los docentes ya no serían los dueños del saber, sino que habría una co-creación de los aprendizajes.

Tendríamos que declarar que no sabemos enseñar jugando, que lo hemos olvidado. Y que es como verdaderamente aprendimos las primeras y más elementales cosas de la vida : a caminar, a hablar, a correr y sobre todo a amar a la familia a la que pertenecemos.

Si nos atreviéramos a des-andar (lo que nos han hecho creer) que nos llevará a ser más serios y responsables, encontraríamos el camino para generar en los chicos el compromiso por saber, la curiosidad por descubrir cómo hacerlo cada vez mejor y el entusiasmo. Estoy hablando de emociones, porque es el único vehículo capaz de trasladarnos hacia esa nueva escuela que muchos soñamos y que puede potenciar los talentos con los que Bore Olamnos envía a esta vida.

Algunos de ustedes saben que soy master coach, psicopedagoga (aunque jamás ejercí) y tengo la hermosa experiencia de trabajar con dos escuelas en España que han apostado por éste nuevo sistema, que no está basadoen calificar con un número el resultado de los aprendizajes de los chicos, ni en exaltar a otros (supuestamente más inteligentes), con una bandera. 

Todos los niños/as son muy inteligentes y capaces de aprender lo que los entusiasma. Pero….¿el sistema educativo está preparando docentes que utilicen el juego como el más valioso recurso para enseñar, que son las emociones involucradas al jugar, incluyendo las reglas, que son parte del juego?

La respuesta es NO. No saben.

No saberlo, y reconocerlo es el inicio de aprenderlo.

Y mientras tanto, ¿seguirán citando a padres, que mirarán a sus hijos con angustia y con miedo, pensando que tienen un “problema”?

¿Seguiremos sin descubrir la llama que enciende el corazón de ese pequeño/a?

¿Seguiremos sin conocer la esencia de ese ser?

¿Seguiremos cortando alas y enseñándoles la forma de perderse la maravillosa aventura de aprender a vivir siendo ellos mismos, tal cual Hashem quiso crearlos? 

Todos estamos aptos para progresar y para construirnos desde las tres columnas principales que nos definen por siempre: afecto, estructura y pertenencia.

Por eso, si alguna vez, te vuelven a citar para decirte que tu peque es “el problema”, recordá que una nota en un boletín, no define ni el presente ni el futuro de absolutamente nadie.

Estrella Mizrahi

(Directora de Iad Coaching e IKC)